El movimiento esperantista español es una organización más que centenaria. En 2003 se celebraron los 100 años de la fundación de la Sociedad Española para la Propaganda del Esperanto (HSpPE, en sus siglas en esa lengua), primera asociación de ámbito nacional creada con el objeto de difundir el idioma internacional.
Como es lógico, había precedentes. Tras la publicación del llamado primer libro en Varsovia (julio de 1887) en el que el Dr. Lázaro Zamenhof describía el idioma, las noticias no tardaron mucho en llegar a nuestro país. Se suele mencionar al malagueño José Rodríguez Huertas y al madrileño de origen cántabro Joaquín de Arce, bibliotecario del Senado, como los primeros españoles que aprendieron y utilizaron el idioma ya en el año 1889. Gran trascendencia tuvo el mencionado artículo de Pi i Margall en El Nuevo Régimen, donde se hacía un canto a las posibilidades que la nueva lengua ofrecía para el acercamiento de los pueblos del mundo y la desaparición de los odios entre las naciones.
Tras la fundación de los primeros círculos de esperantistas, la organización regular de cursos y el contacto con grupos similares de otros países, el movimiento se sintió con fuerzas suficientes para fundar una asociación nacional en 1903. La iniciativa partió principalmente de esperantistas valencianos y murcianos que formaron la primera junta directiva bajo la presidencia de Ricardo Codorníu, el padre de la ingeniería forestal española. Ese mismo año se comenzó a publicar la revista portavoz de la asociación, La Suno Hispana (“El Sol Español”), que publicaría 96 números mensuales hasta el año 1914.
El movimiento continuó creciendo de forma estable. En el mismo año 1903 se creó la asociación valenciana, y en años sucesivos lo harían la catalana, la andaluza y otras. Poco después se fundaron algunos grupos sectoriales, entre los que cabe destacar el de los militares, un colectivo que fue muy influyente durante los primeros años del movimiento esperantista español en comparación con otros países. También hay que mencionar la organización de los obreros, que se consolidaría en décadas posteriores, o la de los católicos.
La celebración del Congreso Universal de Esperanto en Barcelona en 1909 supuso un impulso definitivo para el movimiento español. Se trataba del quinto encuentro de este tipo en el mundo que se celebraba desde 1905, y convocó en Barcelona (y en Valencia, donde también se desarrollaron algunas actividades) a varios miles de personas de numerosos países, entre los cuales el propio Dr. Zamenhof, que fue condecorado por el rey Alfonso XIII, presidente de honor del Congreso, con la Orden de Isabel la Católica.
En España se aprobó en 1911 un decreto que permitía dar clase de esperanto en los centros de enseñanza. En general, durante los primeros años de la década de 1910 se vivió un avance notable del movimiento en todo el mundo, que se vio frenado bruscamente en 1914 con el inicio de la Primera Guerra Mundial y su secuela de odios entre países. Mientras tanto, el creador del idioma fallecía en 1917.
En España, la influencia de la Gran Guerra fue indirecta, debido a la pérdida del contacto con los hablantes de otros países. En 1917 se fundó la Federación Zamenhof, que sustituyó a la desaparecida HsppE, por iniciativa de Julio Mangada Rosenörn, que sería la cara visible del esperanto en España durante dos décadas. El coronel Mangada, militar, progresista y masón, no solo fue la persona más influyente en el movimiento esperantista español de la época, sino también una figura destacada en la sociedad española de los años 30 y durante el comienzo de la guerra civil.
Al terminar la contienda en 1918 renacieron grupos veteranos y se fundaron otros nuevos. El esperanto ganó prestigio entre una sociedad harta de odios: si en toda Europa la Asociación Universal de Esperanto había prestado grandes servicios a prisioneros de guerra en ambos bandos, en España fue muy apreciada la labor de los esperantistas al acoger a niños procedentes de familias austríacas que habían sufrido de forma cruel las consecuencias del conflicto. Por otra parte, hubo intentos de emplear el esperanto en la Liga de las Naciones surgida tras la guerra. Una de las peticiones en este sentido fue defendida, entre otros, por el conocido ingeniero e inventor español Leonardo Torres Quevedo. Sin embargo, las diversas propuestas fueron rechazadas por la oposición de las principales potencias, y muy especialmente de Francia, que no deseaba ver disminuido el papel de su propia lengua. Recordemos que la lengua más estudiada de la época no era el inglés, sino el francés.
También conoció un fuerte impulso el esperantismo ligado al movimiento obrero, encuadrado en la tradición del internacionalismo proletario. Se produjo un crecimiento notable en la recién nacida Unión Soviética y en 1921 se creó una organización internacionalista, la SAT (Sennacieca Asocio Tutmonda, Asociación Anacional Mundial). En España fue muy importante el apoyo de los medios anarquistas, que dieron una relevancia especial al idioma (puede verse un ejemplo en la película La ciudad quemada, sobre la Semana Trágica de 1909). También existieron círculos de influencia socialista, lo que se tradujo, entre otras cosas, en una rúbrica periódica sobre el esperanto en el periódico “El Socialista” o en la presencia de tres activos esperantistas en las Cortes Constituyentes de la Segunda República (Francisco Azorín, Cayetano Redondo y Rodrigo Armada). Debe destacarse el movimiento esperantista en Cataluña, muy activo y en parte ligado al catalanismo político.
El movimiento general políticamente neutral heredero de la HSppE, liderado por Mangada y ahora denominado Asociación Española de Esperanto (Hispana Esperanto-Asocio, HEA), continuó desarrollando sus actividades de difusión y propaganda con algunos éxitos notables, como el nombramiento de tres científicos españoles (el mencionado Leonardo Torres Quevedo y los menos conocidos académicos Vicente Inglada Ors y Emilio Herrera Linares) como representantes oficiales de España en la Conferencia Internacional para el empleo del Esperanto en las Ciencias celebrada en 1925. No obstante, se ha de reconocer la debilidad organizativa del movimiento, agravada por el enfrentamiento interno entre los partidarios de una asociación fuerte y unitaria a nivel de todo el país, y los que defendían una simple confederación de grupos locales, regionales o sectoriales. Hubo incluso un período con dos asociaciones separadas, aunque en general el número de hablantes del idioma no dejó de crecer en el conjunto del país.
Por otra parte fue destacada la actividad cultural, especialmente en la edición de textos originales y traducciones de textos literarios escritos originalmente en castellano o catalán. En Cataluña precisamente fueron famosos los Juegos Florales en esperanto, a imagen de los celebrados habitualmente en catalán. Por otra parte, un Instituto Español de Esperanto agrupaba a las personalidades más importantes relacionadas con el idioma, con relevancia en las artes, la literatura o la ciencia.
Todo este progreso sufrió una inflexión con el inicio de la guerra civil. Aunque, como se ha visto, el esperantismo es un movimiento muy plural, con partidarios de todas las ideologías posibles, no es aventurado decir que una mayoría notable de los esperantistas, o al menos de los más notorios, tomó parte por el bando republicano. No olvidemos el caso de Mangada, ya citado, y también podemos indicar la participación de varios esperantistas extranjeros en las Brigadas Internacionales, o la edición de numerosos textos propagandísticos del gobierno republicano o de la Generalitat catalana, incluyendo un periódico de amplia difusión “Popola Fronto”.
Tras la guerra civil, el movimiento esperantista organizado desapareció como tal. Quedaron algunos círculos reducidos y personas aisladas, que poco a poco comenzaron a organizarse. Hay que decir que en esos primeros años el idioma era mal visto por algunas autoridades, pero no fue nunca prohibido oficialmente. En algún caso se conocen datos de esperantistas muertos o represaliados por serlo. Pero no ocurrió un grado de persecución como en Alemania, donde fue prohibido explícitamente y donde fue enviada a los campos de concentración, entre otros, toda la familia del Dr. Zamenhof, o en la Unión Soviética, donde se disolvió la asociación esperantista y se ejecutó a sus principales dirigentes.
Finalmente, tras muchas gestiones oficiales, en 1947 se fundaba la Federación Española de Esperanto (HEF), cuya labor continúa hasta el día de hoy. Participaron en ella personas que habían combatido en el bando nacional y también personas identificadas con el bando perdedor, que habían ya recuperado la libertad. Entre las primeras pueden mencionarse algunos de los que ostentaron la presidencia de la asociación, como el valenciano Dr. Rafael Herrero, o el que fuera rector de la Universidad de Zaragoza, Miguel Sancho Izquierdo. Entre las segundas, dos personas merecen una mención especial: el que fue redactor durante muchos años del Boletín de la asociación y activista incansable, Luis Hernández Lahuerta, y el principal editor de literatura en esperanto durante las décadas de los 50 y 60, el profesor de la Universidad de La Laguna, Juan Régulo Pérez.
La labor de difusión del idioma recuperó su ritmo, y el movimiento reanudó su actividad, que, aunque difícil de comparar con el nivel del periodo anterior a la guerra, fue lo suficientemente importante como para permitir la organización de un nuevo Congreso Universal, el número 53, en Madrid, en el año 1968. Ese mismo año se fundó el Museo del Esperanto en la localidad catalana de Sant Pau d’Ordal, uno de los más importantes en su género de todo el mundo.
En 1969 se creó la Fundación Esperanto, cuyo objetivo es el apoyo a las actividades de difusión del idioma; entre ellas, merece destacarse la publicación en 1977 de la primera traducción completa de El Quijote.
La Federación Española de Esperanto continuó su presencia tras el regreso de la democracia. Así mismo, este periodo permitió el renacimiento de asociaciones relacionadas con el movimiento obrero o con el pacifismo. También fue importante la creación o desarrollo de asociaciones en la mayoría de regiones y nacionalidades, principalmente en Cataluña y Valencia.
Así mismo, se incrementó el contacto con el resto del movimiento esperantista mundial. En 1993 tuvo lugar un nuevo Congreso Universal en Valencia, con la participación de casi dos mil personas de todo el mundo. La asociación internacionalista SAT celebró sus encuentros mundiales en España en 1986 y 2002. Y el año 2004 tuvo lugar en Bilbao el congreso de la Unión Europea de Esperanto.
En la actualidad, el movimiento continúa desarrollando sus actividades. Existen grupos en todas las ciudades importantes, y la impartición de cursos y la incorporación de nuevas personas no ha cesado. En los últimos años se ha visto incluso un incremento del interés, facilitado por la mayor posibilidad de comunicarse con personas de otros países, que brindan las nuevas tecnologías. En cualquier caso, está claro que continúa existiendo un grupo de personas que conserva la misma esperanza que alumbró a aquellos pioneros del año 1903: que es necesaria la comunicación de las personas por encima de las barreras físicas, políticas o lingüísticas, que esto sólo puede lograrse con un idioma neutral, que sitúe a todos en plano de igualdad, fácil y expresivo, y que sólo una lengua ha demostrado que cumple todos estos requisitos: el esperanto.